París, Ballet Pénélope de Gallotta
Rock ´n roll y elegancia en escena
(Por Valeria N. Bula)
“ C’était quand même une histoire d´amour. Mon projet était ça, de danser une histoire d´amour…histoire…qui n´a aucune chance de durer”.
Pénélope de Jean Claude Gallotta cuenta una historia de amor encarnada por Pénélope, pero podría ser la historia de toda pareja en amor, cuenta las fases, los acercamientos entre una y otra persona hasta que devienen pareja, y también el paso del tiempo, los malestares, las caídas, la edad, el cuerpo que va creciendo, que se degrada, las mutaciones del amor. Pénélope se presentó en el Teatro du Rond Point de París, Francia, del 13 al 21 de enero de 2023 en la Sala Renaud Barrault.
Luces y pareja que se encuentra, tono sexual, todavía no sensual, todos los bailarines, diez (Axelle André, Nais Arladu, Alice Botelho, Ibrahim Guétissi, Fuzi Li, Bernardita Moya Alcalde, Clara Protar, Jérémy Silvetti, Gaetano Vaccaro y Thierry Verger), vestidos de color negro, sacos elegantes, una voz en off, un hombre: “pour qu´elle mène sa propre guerre, ses propres désirs…c´est de mon coeur, d´amour”.
En una primera parte se presentan a los intérpretes, diez bailarines en escena, cinco chicas y cinco chicos: primeros hacen su aparición, dos hombres, luego, otros dos bailarines, luego cuatro mujeres que pasan, que llegan, se entrelazan, todas las parejas primero todas juntas luego por separado. Cada una de las mujeres pasa por una misma barrera formado por los mismo hombres.
Enseguida, las cinco parejas se entrelazan, la sensualidad se asoma, se cortejan, se miran, se estudian, pero de lejos. La seducción está muy presente, unos con otros, pero en un grado aquí de desconfianza. De lejanía. Hombre y mujeres, mujeres y mujeres, hombres y hombres, no se conocen.
Cuatro mujeres que siguen un mismo camino, bailan al unísono, esta variación me pareció la más impactante de todas, porque con un dedo señalan, señalan, ¿qué? Todas, dicen es por aquí, por aquí es el camino del deber ser, por aquí nosotras vamos a estar bien, mientras otra baila sola rodeada de hombres, atemorizada, estas como que la juzgan, ellas no, ellas no, en cambio ellas van por el “buen camino”.
Esta sola mujer que se encuentra rodeada de estos hombres, es como que los busca pero ellos la rechazan, no quieren bailar con ella, la tocan y la reducen, esta no conviene, a esta la desaprueban. En cambio estos hombres sí quieren bailar con las otras que están todas juntas, que siguen ese “buen camino”, todas al unísono. Esas masculinidades sí pueden bailar con ese “deber ser”, entonces sí danzan con esas cuatro mujeres que con un dedo señalan y asienten este es el “camino a seguir, todas iguales”. Si esa mujer no se adecua a esa masculinidad, esa mujer no entra en relación con ellos, los movimientos son de reducción.
En pantalla en seguida vemos parte II: Les guerrières:
Las chicas luchan, hay un tinte rock and roll, también en sus vestimentas: cueros, medias rasgadas, transparencias, tutús, medias de red, varias texturas y sobre eso un saco elegante, todas de negro, así como los hombres. Entre las mujeres en esta escena se apoyan.
De repente, entra un hombre bailando con reminiscencias de fauno, baila plácidamente, al ritmo de una flauta, es otro universo completamente diferente a lo ofrecido en la primera parte. El carácter y humor es todo más amable. En seguida, entra otro, comienza la aventura, la música lo indica, corre al galope, la música se acrecienta, se excita. La música de fondo instrumental indica un paisaje, algo que se abre, algo que está por pasar: la aventura, las luces anaranjadas, con un tinte de más intensidad, mayor luz, más iluminación en los cuerpos, en los rostros. En la escena anterior era más apagada.
Y se produce el encuentro, la acción es más dialogada. En pantalla, podemos ver en primer plano a dos personas de edad avanzada que conversan y rememoran, reflexionan ¿que ha sido de ellos como pareja? De ese amor, ese encuentro: “De nosotros solo quedaron nuestros nombres, el cuerpo ya no está –dicen- somos lo que bailamos”. Se interrogan, “¿qué fue de ese cuerpo? ¿de esas caricias?”. “Lo importante, reflexionan, es que no conocemos el fin de esa danza”. Detrás de esa tela – pantalla, se puede ver a una pareja danzar, son ellos mismos, cuando jóvenes, que se hablan, se miran, son siempre los mismos, esos jóvenes, pero ahora con un cuerpo que no lo es tanto, y entonces todos esos interrogantes…
Tercera parte: Les indóciles:
Corren, entran en escenas las parejas, que no se abandonan, que no se pueden dejar, un hombre cuando toca a esa mujer, tiembla. Y hay como un cambio de roles, ahora son las mujeres que realizan la misma coreografía que se ve al principio de la obra ni bien se abre el telón. Son ellas que no aceptan a esos hombres, que no bailan al son que ellas dictan, pero esa propuesta, es la misma que ellos presentaban en la primera parte, por lo cual, interpreto que no es una propuesta de una femenidad, sino que son mujeres que tomaron la masculinidad como si fuera propia, y ahora ellas se relacionan con ellos pero siempre desde el punto de vista masculino.
Cuarta parte, La reconciliación
Todos en el escenario: tranquilidad, todos ahora están en pareja: dos hombres, otros dos hombres, dos mujeres, otras dos mujeres y la última pareja que se encuentra en el medio, de hombre y mujer. Se abrazan entre sí ahora, hay reunión, hay más entendimiento, “Pénélope parecía haber triunfado –reza la voz en off- pero eso es solo una batalla, Pénélope no quería volver a casa”.
En el programa de mano de Pénélope se puede encontrar la siguiente entrevista realizada por Pierre Notte a Gallota:
¿Quién es esta Penelope? ¿Una mujer sumisa? ¿Una mujer que espera? ¿Una mujer que resiste?
Creo que el personaje de Penelope escapa justamente a toda categorización…Según la época, vamos a interpretar fidelidad como una sumisión, o a la inversa. La juzgaremos sabia o combatiente, fuerte o débil. La mayor parte de las figuras mitológicas son reinterpretables, al infinito. En mi espectáculo, está esta idea, compleja, que Penelope tiene su fuerza de esa debilidad…su debilidad en la cual la sociedad, incluso la civilización, trata de la mantener. Su fuerza, es su carácter, su determinación su personalidad propia.
Luego de Ulises en 1981, aquí Penelope…pero la visión de la mujer de 1981 y hoy cambió mucho…¿este es su tema? ¿Su preocupación?
A lo largo del tiempo me vino la idea o intuición de hacer por principio “pegar” un personaje femenino con una interprete, y claramente cuando el personaje femenino es central, limitaba las posibilidades por ejemplo en mi pieza “Le sacre du Printemps (2011) no puse en escena una sola “Elegida”. Una manera de acompañar la reinvindicación del personaje, en un nuevo estatus de representante proteiforme de todas las mujeres…
¿Estamos en Itaca? ¿O en otro lugar abstracto? ¿En un sueño? ¿Como ve usted la habitación de Penélope?
Nosotros estamos adonde estamos, en un escenario de danza…la escena no es más que eso, si pasamos de Ulises a Penelope, cambia de color, del blanco al negro, quizás más conforme al universo de Penelope, encerrada en su palacio y en tiempos menos “esperanzados” que Ulises en su creación de 1981.
No deseo que el imaginario del espectador sea despertado por el decorado, el vestuario o accesorios, que “figurarían” un espacio. Solo la danza, los textos de Claude – Henri Buffard y las músicas (para este espectaulo, convoqué a tres compositores) deben provocar esas sensaciones, esas emociones.
¿Existe una danza comprometida? ¿Una danza que da a pensar? ¿Penelope tiene por vocación de despertar? ¿De salvar? ¿De maravillar?
La danza es una expresión libre del cuerpo que ningún poder puede controlar. Es un arte espontáneamente rebelde. Gilles Deleuze dice: “el poder exige de cuerpos tristes porque se los puede dominar”, me parece entonces que una danza de la alegría, es “resistencia”, no se abandona, “La alegría en tanto que poder de vida, dice Deleuze, nos lleva a lugares donde la tristeza no nos llevaría jamás”. Los regímenes opresivos tampoco.
Biografía del coreógrafo Jean Claude Gallotta:
Luego de una estadía en Nueva York a fines de los 70 adonde encuentra a Merce Cunningham y descubre el universo de la danza post moderna, Jean-Claude Gallotta funda en 1979 en Grénoble, con Mathilde Altaraz, el Grupo Émile Dubois que deviene en 1984 uno de los primeros Centros coreográficos nacionales, dentro de la Maison de la culture de Grénoble, donde él será el director desde 1986 a 1988. Ulises, 1981, le abre las puertas del reconocimiento internacional, hasta Shizuoka donde dirige una compañía japonesa de 1997 a 1999. Seguirán Daphnis é Chloe (1982), Hommage a Yves P. (1983), Mammame (1985), Docteur Labus (1988), Presque Don Quichotte (1999), Nosferatun (a l´Opéra de Paris, 2001). Con vocación de abrir grande las puertas de la danza contemporánea, propone una serie de obras sobre y con “las gentes”, entonces: Tres Generaciones (2004), y Racheter la mort des gestes (Teatro de la ville, 2012), donde junta a bailarines profesionales y personas de todas las edades, todas las corpulencias y todas las historias. Su repertorio de más de 80 coreografías se enriquece según pasan los años por la mezcla de la danza con las otras artes: el cine, el vidéo, la literatura, la música clásica. Su Sacre et ses révolutions es presentada en la Philarmonie de Paris; en 2016, crea Volver con la cantante Olivia Ruiz, en la Bienale de la danza de Lyon; trabaja igualmente en torno a las figuras del rock con el tríptico: My Rock, My ladies Rock y la creación del Homme a tete de chou en 2019 en el Printemps de Bourges. A la vuelta de 2021, por pedido de Volcan, Scene National de Havre, Ulises, 40 años después de su creación original. Prepara entonces para 2022 Pénélope, incluyendo lo femenino y contemporáneo de su Ulíses original.